
Quería salir, lo anhelaba demasiado. Gritar como un demente y golpear las paredes parecían ser en vano. Las personas pasaban pisando fuerte las baldosas, sonrientes y carentes de solidaridad, cada uno en su mundo. Mientras yo seguía en el medio de la gran peatonal atrapado en el cascaron de cristal. Me senté en el suelo en posición fetal esperando que alguien me vea, me ayude o simplemente que suceda algo. Luego de una larga espera una grieta comenzó a abrirse y empezó a entrar el aire que respiran los demás, no podía hacer más que toser y quejarme al no poder respirar, ya que era muy toxico. Empezaba desesperarme, me saque la remera e intente cubrir la grieta hasta con mis propias manos. Todo comenzaba a costarme mas, empece a transpirar, las rodillas me temblaban, era demasiado, no podía aguantar mas y caí. Cuando desperté estaba sobre las rodillas de una de ellas, era del exterior del cascaron, pero estábamos respirando el mismo aire. Quede estupefacto. No sabia si reparar el cascaron y volver a entrar, o quedarme en esa placida posición ya desacostumbrada sobre esa mujer que se preocupo por mi. Decisión difícil. Cascaron de cristal de mi sangre y mi propio ser o la gran mentira del afuera, el seguir intoxicándome con la sociedad y sus malditas costumbres de elegir primero la puta superficialidad y la conveniencia egoísta, como alguna persona lo eligió alguna vez.
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