04 junio 2011

Verde color

La almohada aportó su hombro, donde pude descargar mis lágrimas. El colchón acaricio mi pecho con mucha ternura, logrando en parte mi tranquilidad. La frazada me cubrió hasta el cuello con un fuerte y confortable abrazo. Gire, y hasta el techo parecía preocuparse por mi, ni hablar de las paredes que ya se habían quedado sin chistes de gallegos y ya tenían planeado organizar un torneo de Winning Eleven. La guitarra, única y fiel, subió a mis piernas, me pregunto si estaba mejor y luego de una larga charla me beso la frente. Ella guiño un ojo invitando a acariciar sus cuerdas, las hice sonar con fuerza y sin precisión, pero no importaba, me había descargado y había recibido una poderosa distorsión de una guitarra acústica. Locura.
María – dije sin dudarlo y ya con una sonrisa en mi rostro
Gracias por este espectáculo – agregue
Todo era tan esponjoso, no podía ser mejor, me estaba empezando a sentir mucho mejor. La tranquilidad me dejo reposar y relajarme mientras sentía cosquillas en los codos. Con la sonrisa en la jeta, recibí el sueño en las manos, solo quedaba entregarme y dormir en ese estado de felicidad.

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